viernes

DANZA DE LENGUAS


En la penumbra del cautivo
la luz tenue acaricia el suelo,
un escenario vivo 
donde el deseo teje su vuelo.
Ella y sus ojos al viento,
le ignora en su camino 
y él devora en silencio  
sus labios de vino tinto,
labio que se acercan lentos 
al cansado peregrino.

El aire se vuelve denso, 
un suspiro contenido,
mientras que él, a lo lejos, 
observa un mundo partido.  
El beso comienza suave, 
un roce que tienta,
como olas que prueban la orilla violenta.
Luego se enciende, profundo, sin freno,
una danza de lenguas que arde en su seno.  

Es más que un beso, es su grito silente,
un desafío al destino, un alma ardiente.
Cuando se aparta, su sonrisa corta el aire,
victoria y libertad en un gesto insaciable.  
El eco de sus pasos resuena al irse,
dejando perfume y un vacío triste.
Él guarda en su mente la escena,
un amor que se quiebra, una pasión que envenena.  
Pero ella, en su marcha, el placer ya no mengua,
del beso que fue suyo, que palpita en su lengua.  

El aire se vuelve denso, 
un suspiro contenido,
mientras que él, a lo lejos, 
observa un mundo partido.  
El beso comienza suave, 
un roce que tienta,
como olas que prueban la orilla violenta.
Luego se enciende, profundo, sin freno,
una danza de lenguas que arde en su seno.  

Es más que un beso, es su grito silente,
un desafío al destino, un alma ardiente.
Cuando se aparta, su sonrisa corta el aire,
victoria y libertad en un gesto insaciable.  
El eco de sus pasos resuena al irse,
dejando perfume y un vacío triste.
Él guarda en su mente la escena,
un amor que se quiebra, una pasión que envenena.  
Pero ella, en su marcha, el placer ya no mengua,
del beso que fue suyo, que palpita en su lengua

(Letra y música: J. De Lucas)
(Voz: A. Bernal)

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