Entro en silencio, la puerta cede,
y el aire se quiebra con un golpe sordo.
Ahí estás tú, mi luz, mi fiebre,
desnuda sobre él, en nuestro dormitorio.
Tus piernas tiemblan, tu risa se escapa,
un jadeo que no me pertenece.
Sus manos recorren lo que era mío,
y yo, estatua rota, no intercedo, no crezco.
Te miro, te miro hasta sangrar por dentro,
los ojos clavados en tu piel que arde.
Ese cuerpo que juré en cada rincón,
ahora se retuerce en un placer que me parte.
Quiero gritar, arrancarlo de ti,
tomarte yo, con furia, con celo.
Poseerte hasta que olvides su nombre,
hasta que el mundo sea solo mi cielo.
Pero me quedo, mudo, temblando,
el corazón un tambor que se despedaza.
Tu gemido me mata, me atraviesa,
y aún te deseo, mi dulce amenaza.
Él te tiene, y yo soy un eco,
un mirón de mi propia ruina.
Te amo en cada paso que doy,
te deseo, mi amor, mi luz divina
Te miro, te miro hasta sangrar por dentro,
los ojos clavados en tu piel que arde.
Ese cuerpo que juré en cada rincón,
ahora se retuerce en un placer que me parte.
Quiero gritar, arrancarlo de ti,
tomarte yo, con furia, con celo.
Poseerte hasta que olvides su nombre,
hasta que el mundo sea solo mi cielo.
Pero me quedo, mudo, temblando,
el corazón un tambor que se despedaza.
Tu gemido me mata, me atraviesa,
y aún te deseo, mi dulce amenaza.
Él te tiene, y yo soy un eco,
un mirón de mi propia ruina.
Te amo en cada paso que doy,
te deseo, mi amor, mi luz divina
No hay comentarios:
Publicar un comentario