lunes

POR EL CAMINO


No me canso nunca 
de escribir tu ruta, 
de seguir tu verde 
con afán de siempre, 
de volver al aire 
que despacio nombra 
tu pálida sombra 
al caer la tarde. 

En ese recodo 
por donde, a su modo, 
se besan la hiedra 
y la húmeda piedra, 
se me va el silencio 
a perder distancia, 
a saciar el ansia 
de encontrar recuerdos. 

Y así se despierta 
la página muerta 
de tanto sendero 
en amor y miedo, 
se despierta y grita 
el afán y el hambre 
de aquella otra sangre 
que regó mi vida. 

Huyendo la hora 
que cabalga sola 
sobre mi cabeza 
con muda certeza, 
el agua y el pino 
procuran consuelo 
a este viejo anhelo 
que cayó del nido. 

 Negral y castaño, 
algún desengaño 
entre la retama 
que a veces reclama 
antiguas promesas 
que no se cumplieron 
y que se perdieron 
por entre la jara. 

Le ruego al espliego 
que responde al ruego, 
al nogal vetusto 
que vivió lo justo... 
yo soy como un hueco 
que a pesar de todo 
nunca encontró el modo 
de sólo ser eco. 

El enebro mira, 
el helecho gira, 
el aire está quieto 
en su parapeto, 
un grillo desgrana 
al morir el día, 
una letanía 
de desesperanza. 

Y luego, a la vuelta, 
camino, en la cresta 
de las ancestrales 
veredas iguales, 
persigo reacio 
mi tímida llama, 
que bajo una rama 
se apaga despacio

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