Caía el Sol, el aire dormitaba
en el regazo tibio de la tarde,
un pájaro amarillo desgranaba
esa canción que no aprendió de nadie.
Caía el Sol, sin prisa, y le dejaba
un paisaje dorado a aquel paisaje,
un perro que ladró, un niño estaba
reclamando la mano de su madre.
De pronto se volvieron peregrinos
el aire y el paisaje y el camino
a tu cuadro, colgado en la pared...
y quise entrar al cuadro en ese instante,
porque lo hiciste tú, ser el papel
donde un trozo de ti me dibujaste
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