viernes

LA ESCAPADA

A veces, cansado
de ruido y de gente,
del incompetente,
del malhumorado,
del estar rodeado
de tedio y costumbre,
enciendo mi lumbre
y vuelo más alto.

Entonces me escapo
de todo este asunto
y cambio mi rumbo
por otros espacios;
me arrojo en los brazos
de los imposibles,
caminos sutiles
por mundos extraños.

Me escondo en la esquina
donde dobla el viento,
donde es el silencio
quien solo camina,
donde se termina
la luz y la sombra,
donde nadie nombra
ni nadie domina.

Me quito el escudo,
enciendo las luces,
en un mar de azules
me baño desnudo,
y voy tras el rumbo
de bellas sirenas
que miran ingenuas
y ríen mi júbilo.

Me seco al contacto
de un río de estrellas,
que brillan de cerca
en un cielo blanco,
y bebo del llanto
de las mariposas,
y rezo a las rosas
y hago milagros.

Y ya, cuando pasan
los cinco minutos,
recojo ese mundo
adonde me escapo
y bajo a mi espacio
de tedio y costumbre,
a la mansedumbre
de los resignados

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