Que se vayan,
que se vayan inventando otras palabras
que definan
que te quiero más que a nadie y más que a nada,
que me faltan,
que me faltan para amarte más miradas,
más excesos
en los besos que te hieren como espadas.
Que se duerman,
que se duerman todas esas madrugadas
que contemplan
tú con otro palpitar, yo en otra cama,
y que vengan,
y que vengan mensajeros con tus cartas
a quejarse
de lo lejos que tú vives de mi casa.
Y que vuelvan
a reírse las sirenas en el agua
y aparezcan
en el medio del invierno, rosas blancas;
que amanezcan
más azules, más brillantes, las mañanas,
y que llamen
golondrinas, con el ala, a tus ventanas.
Que se enciendan
mil hogueras en el cuerpo y en el alma
y que crezcan
los deseos de vivir y la esperanza;
que se entienda
que se quieren como siempre, que se aman
dos amantes
que no dejan de quererse en la distancia
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