Puse cerco a la luna, cuarto creciente
sobre pálida noche color de luna,
y en aquella mirada, ardiente y bruna,
se escapó la esperanza, como una fuente.
Y aunque fue sólo una, tan sólo una,
fue creciendo enseguida, omnipresente,
se rompió mi silencio y de repente
me encontré caminando sobre la luna.
Menos mal que fue poco, duró un segundo,
pero en un solo instante puso mi mundo
del revés, boca abajo, alborotado;
así que di la vuelta, hui del cerco
que puse aquella noche, infiel y terco,
y me volví a mi vida, acobardado
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